Rusia y su lebensraum, ahora extendiendo su espacio vital a costa de Ucrania y desafiando al noreste de la UE… el de EEUU amenazando a Groenlandia, Canadá y una franja de Panamá y declarando la guerra al resto del Mundo, que si es híbrida como la comercial no deja de ser guerra… Pareciera como si la humanidad hubiera perdido la memoria o, con el avance hacia la idiocracia global, un mínimo o básico interés por el conocimiento de nuestra Historia, reandando la senda de hace justo un siglo, cuando las autocracias seducían a masas ingentes de hombres y mujeres manipulados -gracias a los medios y hoy también a los nuevos medios que surfean internet, propaganda todo- entregando sus voluntades a quienes prometían grandeza construida sobre dureza.
Hoy, como entonces, a ámbito mundial sólo la socialdemocracia que une la Internacional Socialista presidida por Pedro Sánchez y en el continental también el liberalismo tan genuino como minoritario que en la UE representa Emmanuel Macron encarnan la resistencia democrática frente al auge del autoritarismo iliberal compartido por Trump, Putin, Erdogan o Netanyahu, con Orban como agente en la UE y Abascal y Ayuso librando su batalla cultural en España. Todos ellos proceden de la derecha clásica y encarnan una evolución autocrática posfascista, eufemísticamente calificable como nacional-liberal, que de liberal tiene tanto como de socialista cuando se presentaba como nacional-socialismo. Y tienen de nuevo nuestro entorno, Occidente, como campo de batalla. Estamos en peligro, y erramos pensando que la guerra sólo tiene la manifestación clásica de las trincheras territoriales para consolarnos los europeos españoles con estar tan lejos de la antigua Unión Soviética (no se pierdan el análisis de Solomiya Kostiv en el nº. 43 de El Foco, págs. 94 y siguientes).
La derecha clásica internacional está fuera de juego. No tienen una voz unívoca contra el fascismo redivivo, y de hecho salvo honrosas excepciones como la de la CDU -que ni siquiera la CSU- ni se declaran antifascistas, trivializan el posfascismo y hasta, cómplices, no dudan en prestarse al colaboracionismo como el PP español. Como le sucedió al Zentrum perdiendo el liderazgo de la derecha en Alemania en 1920, en las Elecciones federales del año pasado el PP austriaco fue sorpassado por los nacional-liberales o hace dos años le sucedió lo mismo al neerlandés en Países Bajos. Y dentro de los partidos que unifican el conservadurismo, los liberalconservadores y democristianos otrora hegemónicos están quedando residuales derrotados por el auge de la infiltración ultranacionalista como comprobamos en el Partido Republicano estadounidense, el PP español, la antigua Convergència catalana…
Y la izquierda no socialdemócrata se debate entre en España el cainismo y globalmente, como tontos útiles del posfascismo, la esperanza en un nuevo paradigma como el que representaba la fotografía del saludo Ribbentrop-Molotov más allá de los posteriores consensos del Estado del Bienestar, aquello de lo cual es ejemplo Pablo Manuel Iglesias Turrión en España odiando abiertamente a Sumar más que otras opciones teóricamente más lejanas (como le pasaba al PCE contra el POUM), mientras alimenta una confluencia rojiparda putinista abiertamente entregada al expansionismo imperialista ruso y, como sus homólogos franceses, también pide impunidad para la delincuente Marine LePen, vitaminando una alternativa ideológica frente a la democracia liberal.
Se están repitiendo tantas cosas…